Campo Magnético de Mamá Regina 11 (Radio Super Medellín)
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Regina Betancourt

Ella es colombiana y nació el 16 de diciembre de 1936 en Concordia, un pueblito incrustado en las montañas de la zona cafetera al suroeste del departamento de Antioquia.
Es la menor de dieciocho hijos habidos en el matrimonio de Juan de Dios Betancourt y Ermilia Ramírez. A su padre, Juan de Dios, le faltaba apenas un año para ser ordenado sacerdote católico cuando se enamoró de una niña de su pueblo quien estaba preparando sus cosas para ingresar a un convento y tomar los hábitos de monja. Se casaron en Fredonia a las cuatro de la madrugada y para evitar más escándalo, ensillaron sus bestias y partieron para Urrao, que quedaba a seis jornadas de distancia.
Sermones regañones fueron pronunciados contra ese matrimonio desde todos los púlpitos del suroeste antioqueño. La maldición duró más de diez años, pues de los primeros seis hijos habidos en esta unión solamente uno sobrevivió; los otros murieron de distintas enfermedades antes de alcanzar la adolescencia.

Regina, la menor de los dieciocho hijos, ha dedicado los últimos años a una cruzada para dignificar la vida humana, enseñando el conocimiento del pensamiento humano. Cree que toda persona tiene capacidad para hacer mucho bien o para cometer terribles males, puesto que todos los individuos son canales para una fuerza universal que es a la vez divina y diabólica. Regina enseña que solamente por medio de la disciplina estricta y constante de nuestros pensamientos podemos controlar los factores que determinan si nuestra vida será sana o enferma; de prosperidad o de pobreza; de amor o de una soledad amarga. Las enseñanzas de Regina no abarcan ninguna doctrina religiosa, pues sostiene que las creencias de cada uno son tan personales que nadie tiene el derecho de entrometerse en las convicciones religiosas ajenas.

Mientras los ejércitos del Eje asolaban a Europa, Regina a la edad de cuatro años estableció contacto mental con un pequeño y rechoncho italiano, obispo de la Iglesia Católica, a la sazón residente de Estambul, Turquía; su nombre era Ángelo Roncalli, quien más tarde vino a ser su Santidad Juan XXIII. Regina piensa que ese contacto tenía dos fines: Ángelo quería enseñarle el significado esotérico y los métodos del ocultismo y al mismo tiempo sumar fuerzas con ella para influir sobre la estructuración de las normas de la inconsciencia colectiva para Inclinar la balanza del poderío militar a favor de las fuerzas aliadas.

Siendo aún pequeña, había asombrado a sus padres recitando en latín el Oficio Parvo; con la imposición de manos había sanado a vecinos moribundos; pronosticaba muertes, matrimonios, accidentes de aviación y otras tragedias con una precisión sorprendente. En una ocasión su madre la sorprendió flotando cerca del cielo raso para aflojar el bombillo eléctrico. Ella fue castigada severamente y llevada a la iglesia parroquial para ser conjurada por el sacerdote. A esta temprana edad, Regina tenía suficiente fuerza mental para resistir con éxito todos los esfuerzos que hicieron para cambiar o modificar su increíble dominio de la mente sobre la materia.


Ángelo Roncalli se manifestó ante ella por primera vez el día 2 de febrero de 1941, unas cuantas horas después de su Confirmación en la Diócesis de Medellín. En esa ceremonia el obispo, sorpresivamente y delante de las otras doscientas niñas, la alzó en sus brazos y Regina pudo ver una luz pulsativa alrededor de su cabeza y hombros. Después durante la ceremonia, observó unas luces extrañas alrededor de las cabezas y hombros de toda la gente en la catedral y estaba muy intrigada al ver que cada aura tenía distintas combinaciones de colores; no había dos iguales. Posteriormente, aprendió cómo interpretar el significado de esas diferencias. Al terminar la ceremonia, volvió a su casa y se encerró en su pieza, corrió las cortinas y, convencida de que habiendo sido purificada por la Confirmación ya era una muchacha buena, se recostó en la cama y en voz alta desafió a la “Araña mágica”, cuya existencia había sido inventada por su hermana mayor para lograr la obediencia y silencio de la menor, puesto que según ella esa araña comía a las niñas traviesas y preguntonas.
De pronto la pieza oscura comenzó a resplandecer y al oír una voz que la llamaba, Regina miró hacia el cielo raso y vio por primera vez el rostro de Ángelo Roncalli. El le dijo que había venido a guiarla y le explicó que era el último de los Maestros quienes, desde los tiempos bíblicos, habían sostenido una estrecha vigilancia sobre el progreso mental de la humanidad. También le dijo que, de acuerdo con la tradición, debía escoger su sucesor y que siendo él el décimo, la había escogido a ella como la undécima. Vendría diariamente para enseñarle y cuando tuviese la edad necesaria para continuar el trabajo de él, ella y su esposo viajarían por todo el mundo ayudando a las gentes a comprender mejor quiénes y qué eran ... y dignificándolas con la revelación de métodos sencillos que darían a todos y a cada uno un mayor control sobre su salud, prosperidad y felicidad.
Unas pocas semanas después que Ángelo Roncalli logró su primer contacto con Regina, Adolfo Hitler cometió la mayor equivocación de su increíble carrera aplazando su invasión a Rusia para dedicar dos preciosos meses a la destrucción de la atrevida Yugoslavia y la operación de limpieza de la ya paralizada Grecia, con el resultado de que las fuerzas nazis, no pudieron llegar a Moscú antes del crudo invierno ruso. Las tormentas de nieve se desataron en octubre y las tropas de Hitler, sufriendo el intenso frío, saborearon su primera derrota desde que el Führer había subido al poder. Si no hubiera sido por esa equivocación, realizada en un momento de ira, Hitler posiblemente hubiera ganado la guerra. Regina cree que ella y Ángelo Roncalli tuvieron mucho que ver con esto, influyendo en Hitler para que cometiera esa equivocación, en virtud de la cual él desperdició su propio as ... y perdió la guerra.
Ángelo Roncalli enseñó a Regina todos, los días hasta cuando ella cumplió once años. Él le dijo que de ahí en adelante tendría que andar sola, así que no volvió a aparecer ante ella hasta la víspera de su muerte en Roma.

A la edad de diecisiete años, Regina se casó. Su esposo, colombiano, tenía más del doble de su edad. Cuando estaba esperando la llegad a de su cuarta hija, su marido fue muerto a cuchillo. En estado de gravidez y económicamente desamparada, prestó dinero para comprar una cámara Olympus con la que sostenía a su familia tomando y vendiendo retratos en las guarniciones militares de Bogotá.
Sus años de matrimonio con un marido celos o la habían desilusionado, y Regina estaba convencida de que su relación con Angelo Roncalli había sido nada más que una alucinación en la mente de una niña con una imaginación demasiado viva y que la profecía de Ángelo de que su esposo la acompañaría por todo el mundo mientras ella enseñaba a otros los secretos de la mente había sido una farsa. Luis, su esposo, tercamente había rehusado reconocer sus poderes mentales y era tan celoso que no le permitía salir de compras por temor de que otros hombres la trataran de enamorar.